Erase una vez un príncipe que le gustaba mucho caminar por
el bosque, le encantaba alejarse de sus gran castillo y pensar que no era
príncipe, pues este príncipe no era nada feliz. El se sentía muy solo y
desdichado a pesar de que todo el reino quería ser como él.
Todos los años se celebraba una gran fiesta en la que todo
el reino se disfrazaba. El príncipe Eliot, que así como se llamaba este
príncipe, todo los años ganaba el gran premio de disfraces. A pesar de esto, el
no era feliz, cambiaría su vida por cualquiera otra persona sin fama ni
popularidad, solo quería ser feliz.
En mitad de la gran fiesta se alejo del reino. El príncipe
Eliot anduvo durante muchísimo tiempo, hasta que llego a un lugar que jamás
había visto antes.
Era un lugar muy
alegre y colorido. Las casas eran muy pequeñitas, de chocolate, chucherías y
grandes caramelos. El príncipe se puso muy contento y comenzó a comer pequeños
trozos de casas y farolas.
Cuando de pronto una voz muy aguda le grito:
-
¡ Alto ¡, No comas mas. Destrozaras mi casa.
El príncipe Eliot tiro un trozo de chocolate que tenía en su
mano. Y le pidió disculpas:
-
Perdóname, hombrecillo no savia que era suya.
Así el príncipe comenzó a explicarle lo desgraciado que era
en su reino, lo solo que se sentía y la sensación tan maravillosa que tubo al
llegar a ese precioso lugar. El hombrecillo le ofreció que se quedara todo el
tiempo que quisiera pero con la condición de que no comiera mas casa ni
farolas, ya que derrumbaría la ciudad entera.
Pasaron meses y meses y el príncipe era muy feliz, sin
embargo, la personas que vivían el reino de príncipe Eliot era muy infelices. Un día muy caluroso,
comenzó a derretirse todo el chocolate, las casas comenzaron a desaparecer y
los habitantes comenzaron a preocuparse muchísimo porque ya no tenían donde
vivir.
Así que el príncipe Eliot tuvo una idea: que todos lo
habitantes de la aldea viajaran al reino del príncipe. El los acogería en su
reinado.
Al llegar los habitantes del poblado al reino, todos se
quedaron sorprendidos del tamaño de los habitantes, pero no le importo nada
porque ya tenían a su deseado príncipe en sus tierras.
Y todos fueron felices y contentos.
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